Debemos ser acción, debemos ser pueblo
(Igor López de Munain – Parlamentario de EHBILDU en Gasteiz)
Decía Gramsci lo siguiente, en Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno: “Maquiavelo mismo se vuelve pueblo, se confunde con el pueblo (…). Parece que todo trabajo ‘lógico’ no fuera otra cosa que una autorreflexión del pueblo, un razonamiento interno que se hace en la conciencia popular y que concluye en un grito apasionado”. “La pasión de razonamiento sobre sí misma – seguía Gramsci-, se trasforma en ‘afecto’, fiebre, fanatismo de acción”.
Quería utilizar este espacio que me han ofrecido para poder exponer una serie de ideas y preguntas que últimamente rondan mi cabeza, y que más allá de buscar una respuesta directa y certera, me exigen un ejercicio de reflexión. Entiendo que escribir acaba siendo una buena herramienta terapéutica, para una vez visto negro sobre blanco lo escrito, poder avanzar hacia soluciones concretas… Por lo menos, eso espero.
Hace ya un mes que ocurría lo que se ha convertido en una catarsis colectiva a nivel político en la “comunidad política” de EH Bildu. ¿La razón? Unos malos resultados electorales en las elecciones estatales. Como diría Rajoy, los datos son los datos; y lo que no puede negarse, no puede negarse. Lo preocupante es ver cómo son los comicios electorales los que marcan, definen, redefinen, e incluso modifican las líneas estratégicas de todo un proyecto político.
Aspirar a ser un movimiento popular y aglutinar al pueblo alrededor de un movimiento político- social no depende de los buenos resultados electorales o no – sin negar la importancia que estos tienen para aglutinar y mantener cohesionado el colectivo dentro de la coherencia interna-.
Por ello, lo importante es definir y fijar los principios básicos que hacen de una opción electoral una colectividad política que aspira a “asaltar los cielos”, o por lo menos, a intentarlo.
La cuestión no es tener buenos o malos resultados en unos comicios o en otros; la cuestión es ganar o no y ganar, y para qué. Aquello que vino a llamarse “revolución o reforma”. De nada valdría la “ultracoherencia” si somos residuales. Ni tampoco una deriva ideológica hacia un supuesto pragmatismo únicamente con el objetivo de “tocar” poder, pero sin eliminar las actuales estructuras de poder existentes. Entiendo que ahí reside una de las claves. Y el objetivo político más allá de los temas sectoriales, que cada uno de los sectores del movimiento popular legítimamente pueda defender como prioritario, es ganar para trasformar, ganar para cambiarlo todo, ganar para darnos una oportunidad de solucionar todos aquellos problemas que arrastramos como pueblo, como clase y como resultado de una lucha de décadas en este país. En definitiva, ganar para confrontar políticamente y socialmente con todas las estructuras de poder que aprietan las cadenas que este pueblo y que la clase trabajadora vasca sigue arrastrando.
Muchas veces me digo a mí mismo que he de tener paciencia, que este es un proceso largo, ya que hoy compartimos militancia personas que hasta hace tiempo no lo hacíamos. Me digo que debemos tener paciencia, porque las cosas puedan ir desbloqueándose, generando nuevas confianzas políticas con otros espacios políticos… Paciencia, me repito. El camino es largo, la mochila pesada, y seguramente la paciencia de muchos de nuestros y nuestras compañeras después de tantos años limitada… Ahí me surge la necesidad de avanzar hacia la configuración de eso que se denomina la comunidad política a la que se representa, y a la que se quiere representar; una comunidad plural, de orígenes diferentes, de experiencias políticas diversas, con inquietudes plurales, reivindicaciones de ayer a las que deben sumarse nuevas; una comunidad ágil, plural y políticamente activa y crítica.
Suele decirse que en los movimientos de izquierdas no se necesitan personas que catalizan: es el grupo el que hace avanzar el movimiento. Puedo estar de acuerdo, a medias. En todo momento histórico quizá no sean necesarias personas que lideren a un colectivo, las ideas por encima de las personas. Sin embargo, hay momentos en los que se necesita personalizar y humanizar esas ideas en la figura de una o de varias personas. A veces se necesitan personas que trasciendan un momento en la historia y puedan convertirse en la suma de todas las luchas que se defienden. Pero no confundamos eso con el personalismo. Un movimiento popular no puede ser tal si mirando por el retrovisor no vemos a nadie. Por lo que aquí tampoco debería sobrar nadie; bastantes nos faltan ya.
Por ello, la necesidad de crear un proceso compartido que pueda aspirar, por la permeabilidad de sus objetivos, a aglutinar a diferentes, es un principio que nos debe guiar.
El objetivo de nuestro movimiento político no puede ser el de contener, debe ser actuar con decisión y ayudar a generar nuevas mayorías políticas que permitan en el medio plazo ampliar nuestra masa social, haciendo de los espacios cercanos de hoy los espacios propios del mañana.
A modo de final creo que tal y como hacía Maquiavelo en “El Príncipe” necesitamos convertirnos en la autorreflexión del pueblo, un razonamiento que se haga conciencia y concluya en un grito apasionado; debemos ser acción, debemos ser pueblo.