Tres de Marzo: 40 años ya, teñidos de rojo sangre
(Juanjo Basterra)
Lucha ejemplar de los trabajadores de Gasteiz por mejorar las condiciones laborales, económicas y sociales
Tres de Marzo de 1976. 40 años ya.Teñido de rojo sangre; de rojo de lucha obrera, frente a la opresión franquista y la explotación laboral. Una lucha asamblearia, que puso nervioso al todavía régimen franquista. En Gasteiz estalló, lo que ya recorría en otros lugares contra el dictador Francisco Franco y los empresarios que se aprovechaban para obtener enormes beneficios a costa del sudor de los trabajadores.
Son ya 40 años desde aquellos asesinatos, sin juzgar a sus culpables. Este Tres de Marzo, Gasteiz volverá a recordar al mediodía a estos mártires en el monolito y por la tarde habrá una manifestación en su recuerdo y en contra la impunidad. Horas antes, los fascitas pintaron de rojigualdas los monolitos. Siguen ahí, los responsables de aquellas balas que segaron la vida a cinco trabajadores en la acometida contra la asamblea de trabajadores en la Iglesia de San Francisco y los aledaños en el barrio de Zaramaga.
Ayer y hoy, los problemas de la clase trabajadora son bastantes similares, aunque es cierto que han cambiado los tiempos. En el libro «El declive de los dioses» (Editorial Planeta), el periodista Mariano Guindal explica la Transición en el Estado español desde su vertiente económica. Advierte de que «las grandes familias que configuraron la derecha económica durante el franquismo, siguen siendo las mismas en la democracia». Los que explotaban a la clase trabajadora, siguen haciéndolo, también con la actuación cómplice de gobiernos que recortan derechos laborales, salariales y de pensiones a la población para beneficio de la élite económica.
Estos días en el Museo Artium de Gasteiz se han desarrollado unas jornadas internacionales en conmemoración de los «40 años de impunidad. Verdad, Justicia y Reparación», organizadas por la Asociación Martxoak 3, como adelantó su portavoz Andoni Txasko, herido en 1976. Se cierran con la presentación del Manifiesto contra la Impunidad y con la actuación en vivo de Lluis Llach y Gorka Knörr. No faltará ‘Campanades a morts’, canción que compuso el catalán tras los sucesos de ese día que tiñó de rojo sangre las calles de Gasteiz y los corazones de la clase trabajadora.
Aunque los tiempos han cambiado; hoy, los convenios están bloqueados y un 65% de los trabajadores los tienen decaídos o sin renovar; la precariedad se apodera de los centros de trabajo de Euskal Herria y, a la vez, caen los salarios para conseguir que la élite económica la que mejore sus dividendos.
En las escalas de mando de la policía represiva estaba Manuel Fraga. Fue el ministro responsable de la fuerzas del orden durante los sucesos de 1976. Fraga se encontraba en Alemania (aunque este hecho no está claro). Entonces Rodolfo Martín Villa era Ministro de Relaciones Sindicales y el General Campano, director de la Guardia Civil.
MÁS DE 2.00 BALAS CONTRA OBREROS INDEFENSOS.
El Tres de Marzo de 1976 la policía española disparó más de 2.000 balas para disolver la asamblea de trabajadores reunida en la Iglesia de San Francisco. Fue desproporcionado el empleo de la fuerza y, como reconocen algunos testigos, fueron «a matar», «a terminar con ese germen del movimiento obrero frente a la explotación patronal».
Durante el mes de enero de 1976, unos seis mil trabajadores iniciaron una huelga en contra del decreto de topes salariales y en defensa de mejores condiciones de trabajo. Dos meses después convocaron por tercera vez una huelga general, que fue masivamente seguida el día 3 de Marzo. No fue del agrado del régimen franquista. Así, ocurrió que dos obreros fuero asesinados directamente, y otros cuatro resultaron heridos muy graves, de los cuales tres morirían después.
Fueron Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas (Gerdau), de 27 años; Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años; José Castillo, de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, de 32 años. Dos meses después moriría Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años.
Todavía habría un muerto más en Gasteiz: José García Castillo, de 32 años, muerto por la policía cuando intentaba retirar su coche de una barricada, que murió el domingo día 7. Cerraría la cuenta fúnebre de aquellos días Vicente Antón Ferrero, trabajador de 18 años, muerto por la Guardia Civil en Basauri en la huelga general del lunes 8 de marzo, que cosechó en el conjunto de Euskal Herria el nivel de paro y movilización más alto nunca alcanzado hasta entonces.
LUCHA OBRERA
El Tres de Marzo es un símbolo de la represión, pero también de la lucha obrera ejemplar. Hoy aquellos principios que inspiraron la lucha están presentes. Tres fueron las reivindicaciones centrales para la renovación de los convenios de 1976: aumento salarial, de 5.000 a 6.000 pesetas (30-40 euros) igual para todos, conforme al incremento del coste de la vida y rechazándose los aumentos por porcentajes porque ampliaban las diferencias y dividían. Otra medida fue de jornada laboral de 40 ó 42 horas laborales de trabajo, más un mes de vacaciones, puentes y media hora para bocadillo.
Y, a la vez, se pedían mejoras sociales: jubilación a los 60 años con sueldo completo y aumentos paralelos a los salarios, 100% de salario en caso de accidente y enfermedad, reducción de escalones, etc. Además, las las asambleas asumen romper la congelación salarial, dado que había un decreto de congelación salarial. Rechazo al sindicato vertical y defendían una negociación con los auténticos representantes obreros. Y ningún despedido, ni detenido, ni represaliado.
La dura realidad muestra que los culpables de aquellas muertes no han sido juzgados, ni los órganos judiciales principales del Estado español están por esa labor cuando desde Argentina se ha intentado reabrir casos de represión y asesinatos franquistas. La lucha continúa, sin embargo, por lograr que algún día se reconozcan esos asesinatos. Mientras tanto, como decía o se le atribuía a Che Guevara: «solo se pierde aquella lucha que se abandona».
Juanjo Basterra