El pasado 1 de octubre el mundo fue testigo de un hito para la Europa de los pueblos. El nacimiento de un nuevo Estado, la victoria de una sociedad convencida y comprometida frente a un Gobierno, el español, que con los medios represivos empleados perdió cualquier tipo de credibilidad, si es que la tenía, en lo que a democracia y a derechos humanos se refiere. Medios de comunicación de todo el mundo quedaron perplejos al ver que no se trataba de un asunto de legalidad, sino de un ataque a base de palos y de ocupación policial contra millones de catalanes que querían decidir el futuro estatus político de su país de manera libre y democrática.
Los que tuvimos la suerte de vivirlo de cerca, no lo olvidaremos jamás. Fue un auténtico privilegio estar in situ en algunos de los colegios electorales de Barcelona y poder palpar la energía de la gente. Para las 5:00 de la mañana, centenares de personas se reunían a las puertas del Institut del Teatre de Poble Sec (Barcelona). En el interior, recogida de esterillas y olor a café recién hecho. Había gente de todas las edades: niños, jóvenes, adultos, ancianos… De todo. Nada más entrar al interior del colegio, un ‘Moltes Felicitats’ cantado por un grupo de personas a un niño y los posteriores aplausos rompían la tensión del momento. Nadie sabía lo que iba a pasar. Los Mossos tenían como hora límite las 6:00am para actuar en los colegios, pero por allí no pasó nadie. La espera hasta las 9:00 se hizo larga, muy larga. Las caras de las personas allí reunidas eran una mezcla entre miedo e ilusión. Al ver las primeras imágenes de Policía y Guardia Civil saliendo del puerto de Barcelona, el nerviosismo crecía y llamaron a acercarse a la puerta del colegio para estar preparados por si las FSE venía a por las urnas. Una teatralización improvisada por dos alumnos de la escuela rompía con la tensión del momento marcada por el silencio y la lluvia.
A falta de 30 minutos para que se abrieran las puertas, la gente del barrio se amontonaba a la entrada del Institut, y hacían un llamamiento para que voluntarios se ofrecieran para completar las mesas. Decenas de personas alzaban sus manos para que contaran con ellos, y por cada voluntario que pasaba al interior, sonaba un estremecedor aplauso con gritos de “Votarem, votarem!”. Estaba casi todo preparado. Mientras, una larga fila aguardaba para el inicio del referéndum.
Dejamos atrás el colegio de Poble Sec y nos adentramos en el centro de Barcelona. Escuchamos alguna sirena a lo lejos, el helicóptero de la Policía no dejó de sobrevolar la capital durante todo el día, pero no presenciamos ningún altercado. Cruzamos el centro, y por el camino nos encontramos con unas 3-4 escuelas. Total normalidad en todas ellas. Fue impresionante ver la cantidad de gente que se reunía a las puertas, y las largas colas. Una de ellas, bordeaba casi una manzana entera. Se nos acercó una joven y nos preguntó si éramos vascos. Nos miró a los ojos y nos dijo que nunca olvidarán el apoyo recibido desde Euskal Herria. “Seguro que después lo conseguís vosotros, no tengáis ninguna duda”, nos dijo. Poco después fijamos nuestro ‘campamento base’ en la escuela Josep Maria Jujol de Gracia. Durante toda la tarde estuvimos allí para presenciar el transcurso de la votación. Era un ir y venir de gente constante.
Hemos presenciado lágrimas, caras desencajadas, abrazos que te encogían el corazón, puños cerrados con más fuerza que nunca, ovaciones preciosas a la gente mayor que salía del colegio tras votar, observadores internacionales que llegaban entre aplausos y gestos de agradecimiento, ‘Els Segadors’ más emotivo de nuestras vidas en el acto final de la Plaza Catalunya… Vivencias que quedarán en la memoria de todos. La brutal represión de la Policía y Guardia Civil no amedrentó a nadie. Al contrario. Fue una razón más para salir en masa a votar. Un ejercicio de dignidad y de desobediencia histórico. Un antes y un después en el camino hacia la República Catalana.
La fractura de Catalunya con el Estado español es absoluta. Todos los instrumentos sociales, junto a las instituciones, están comprometidos con el proceso. Directores de escuelas, profesores, alumnos, juristas, bomberos, alcaldes, estibadores, agricultores, medios de comunicación, mossos, equipos de fútbol… Absolutamente toda la sociedad está en marcha. A base de empoderamiento, compromiso, organización, empatía y sentimiento de identidad. No hay marcha atrás, ya se han ido. Es la generación de la independencia de Catalunya. Por mucho que el Estado español haga referencias continuas a la democracia y al Estado de Derecho, ha quedado en evidencia (a nivel internacional) que la Transición y el proceso de ‘democratización’ del 78 no fue más que una estafa, y que 40 años después los mismos que despidieron a Franco con honores intentan parar algo que es imparable.
Gracias al proceso catalán, se ha evidenciado que la sombra de la ‘España, una grande y libre’ sigue sobrevolando todos los aparatos del Estado, y que no sólo se persiguen ideas, sino que también se persiguen procesos soberanos legítimos.
Lander Iruin
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