Algo huele a podrido en Otxarkoaga

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A raíz de los hechos acaecidos estos últimos días en el barrio bilbaíno de Otxarkoaga, y habiendo padecido ese periodismo amarillista, sensacionalista y demagógico, creo que merece la pena rescatar un poco de historia sobre este barrio trabajador e históricamente de izquierdas, y sus vecinas, maltratadas por las instituciones desde su origen. 

Aquí dejo esta crónica publicada en la revista PUNTO y HORA, en enero de 1981.

(Igor Meltxor)

(PUNTO y HORA, 22.1.1981)

Otxarkoaga es uno de los barrios de Bilbao que más han trascendido a la opinión pública de todo el Estado en los últimos tiempos. Su nombre, asociado de inmediato a calificativos y conceptos como aglomeración urbanística, infravivienda o abandono, ha recorrido más de una vez toda nuestra geografía, trascendiendo muy a menudo del ámbito de euskalherria. Pero Otxarkoaga es también un bario que quema, una espina clavada en los cuartos traseros de la más pura heterodoxia municipal que la casa consistorial bilbaina ha vivido en los últimos años. Es un barrio molesto para quienes están en el poder y pretenden mantenerlo sin grandes esfuerzos. Lo ha sido y lo es todavía.

En un principio fue la exigencia de la finalización del poblado, que más adelante se confundió con el de la titularidad. Se discutió si el Ayuntamiento había recibido las obras del poblado de manos del Mopu o no lo había hecho. Se habló y se gritó mucho sobre las cantidades de dinero necesarias para acometer las reformas, suprimir los excesos de volúmenes en las construcciones o dotar de infraestructura al barrio. Ahora parece que se quiere dejar sin validad todo lo hecho con anterioridad y desperdiciar el primer resquicio que se había abierto en las arcas del Mopu y de los presupuestos del Estado.

No parece que se quiera cerrar el problema de Otxarkoaga. Las razones no parece que puedan ser explicadas con mínima coherencia de quienes respaldan el abstencionismo del poder municipal. Lo único cierto es que los vecinos de Otxarkoaga se han convertido en los malditos del Ayuntamiento. Rechazados por comisiones después de habérseles citado, desconvocadas sus reuniones, repudiados por el Ayuntamiento y abandonados a su suerte, se han convertido en modernos quijotes que parecen locos porque una de sus ilusiones, quizás su gran quimera, pueda hacerse realidad; contar con una vivienda digna. Enfrente, como en las novelas de caballería, se encuentran las fuerzas del mal; las del no querer y sí poder.

Es ocioso contar en estás páginas el origen del poblado de Otxarkoaga, fruto de la década de los sesenta, de sus chanchullos, de sus triunfalismos… También sería ocioso hablar de todo lo sucedido en torno al poblado desde la llegada de este «democrático» Ayuntamiento. La historia antigua, del mismo modo que la reciente, es de sobra conocida por el público. Desde estas mismas páginas se han narrado los distintos avatares por los que ha pasado el barrio. Hoy vamos a hablar de otra cosa.

Hoy hay que volver la vista atrás tan sólo tres semanas, girar un poco la cabeza para que no se vean las tres o cuatro lágrimas de despedida y dar el cierre a este asunto. Si es que no hay quien lo remedie. Si nadie pone en práctica una fórmula mágica, el tema Otxarkoaga va a quedar sumido, a pesar de los millones, en uno de los pozos más negros de su historia.

Según aseguran los que lo escucharon (que el que esto escribe no fue testigo, aunque cree que bien pudo ser así), Xabier Ortega, presidente de la Comisión MIxta de Otxarkoaga, así como la de Urbanismo, dijo en el transcurso de una reunión que tuvo lugar en el Colegio de Arquitectos, que el tema de Otxarkoaga le tenía sin cuidado, que su presencia en la Comisión se debía exclusivamente al hecho de que alguien debería estar y le había tocado a él.

No podemos poner la mano sobre el fuego para garantizar la veracidad de estas afirmaciones, pero de ser verdad, muchas cosas que han sucedido en los últimos tiempos quedarían aclaradas.

El lunes 5 de enero, como todos los lunes desde su constitución hace prácticamente un año, la Comisión Mixta se reunía en las dependencias municipales. Se encontraban ausentes los peneuvistas Uriarte y Jon Andoni Saenz, Xabier Ortega había quedado solo ante el peligro. Lo que sucedió no era pues de extrañar. Por mayoría de votos, cuatro contra uno, se acordó aprobar la presentación al Pleno del día 8 la siguiente propuesta: «Esta Comisión Informativa de Seguimiento del Barrio de Otxarkoaga creada por el Pleno del 20 de diciembre de 1979, considera necesario que en las visitas que se realicen al Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, los corporativos de la Comisión vayan acompañados de dos vecinos, con voz: los gastos del desplazamiento originados por los vecinos serán cubiertos en la misma forma y cuantía que la de los corporativos».

Ni siquiera UCD, que vería asaltados sus castillos ministeriales de Madrid, tenía nada en contra de la propuesta. Pero en las filas mayoritarias del Ayuntamiento, las cosas no están tan claras y el alcalde decide no incluir la propuesta en el orden del día del Pleno y pude a la Asesoría jurídica una interpretación legal que respalde esta decisión.

El resultado es mucho más espectacular de lo esperado por los propios concejales del PNV. La Asesoría jurídica decide que se tiene que declarar nulo el acuerdo por haber participado en la votación el concejal de UCD, Adolfo Careaga, que sustituye desde octubre a José MIguel Isasi. Su presencia en la comisión, sin que medie acuerdo plenario al respecto es ilegal y anula los acuerdos adoptados sin su participación. Quedaban anulados todos los acuerdos adoptados a partir del mes de octubre y, por lo tanto, el trabajo de la Comisión no ha valido para nada.

Pero el absurdo continúa, y el día 12 se convoca nueva reunión de la Comisión y a la misma se vuelve a llamar a Adolfo Carega. Parece que el presidente Xabier Ortega. no tenía intención de que la reunión pudiera valer para algo y preparaba de antemano su nulidad.

Algo huele realmente a podrido en el tema de Otxarkoaga. Precisamente cuando el Parlamento español ha aprobado la dotación presupuestaria necesaria para empezar los trabajos de remodelación del poblado, gracias a una enmienda «nacionalista» a los presupuestos del Estado, que en el Ayuntamiento se olvidaban de aclarar que había sido presentada con el respaldo de todos los grupos parlamentarios, incluida la UCD, se empiezan a crear dificultades, a hablarse de la posibilidad de que la mayoría de los vecinos se opongan a los planes de remodelación, de que la Comisión MIxta no vale para nada…, se pone en solfa, en suma, el trabajo, mucho o poco, realizado por los integrantes de la misma desde el pasado año. Es muy posible que haya que vivir el problema en propia carne para darse cuenta sin reirse de que la meticulosidad de los vecinos no es caprichosa. Es algo que a los habitantes del ensanche, la Gran Vía o Neguri no les suele afectar.

Hay quien dice que todo esto ha sucedido simplemente, por la xenofobia existente entre la mayoría municipal hacia los habitantes de Bilbao, xenofobia que crece conforme los barrios van estando más lejos de la casa consistorial; por mantener el principio de que los vecinos no pueden participar en las negociaciones pues «ya tienen quien les represente».

Por el contrario, los datos que están en estos momentos a la vista hacen pensar en algo más, en la posibilidad de que se intente una maniobra para eliminar la participación vecinal en la comisión y se constituya ésta con mayoría del PNV. El futuro del barrio quedaría a partir de ese momento hipotecado por intereses ajenos que, a lo que se ve, pugnan cada vez con más fuerza por salirse con la suya. Van a ser muchos los millones que se van a mover en la remodelación, más de dos mil millones, como para dejar de interesar a algunas aves de rapiña que tienen extendidas sus garras y sus tentáculos en todas las direcciones.

A los vecinos se les va tratando cada día más conforme a las perspectivas que se les prepara. Ni siquiera cuando son citados a reuniones con comisiones como la de Abastos se les quiere recibir, puede parecer una ironía después de haberles citado, pero es así, y se deja que sigan sin mercado a pesar de que hay consignados 40 millones en los presupuestos de 1980 con este fin. Llegará un día en que les cobren al entrar al Ayuntamiento. Los concejales cobran al salir.

PUNTO y HORA, 22.1.1981

A.L.

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