2.990 muertes obreras por accidentes laborales y por amianto desde el año 2000

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Un día cualquiera. Te levantas y vas a trabajar. Te despides de tu compañera, de tus hijos, de tus padres ‘hasta el mediodía, hasta la noche o la madrugada’ pero…no llegarás. Un accidente de trabajo y, por desgracia, ya no volverás o, en algunos casos, incapacitado para retornar a tu puesto de trabajo. Todas las ilusiones y el futuro por el que estabas luchando se estampan contra el suelo o te las aplasta una pieza metálica de cientos de kilos, o…por cualquier otra cosa. Has perdido la vida. Tu familia queda destrozada y su futuro comprometido. Un drama.

Desde el año 2000 en Hego Euskal Herria han fallecido por accidentes de trabajo, al menos, 1.561 personas y por inhalar amianto en el puesto de trabajo con el cambio de siglo han fallecido 1.429 personas, aunque se elevan a 1.859 muertes desde 1993.

Un trabajo a ritmos altos, sin conocer los riesgos, porque un día estás unas horas aquí y otro día o a la siguiente hora estás allí, con otros riesgos que desconoces, porque ni te han formado, ni informado.

Pero, ¿qué dice la legislación de prevención de riesgos laborales que entró en vigor en 1996? Que corresponde al empresario no sólo formar e informar a sus empleados, sino que tiene que controlar a quienes subcontrata para que realicen el trabajo de forma segura y saludable. Eso no ocurre. Se sabe. Quienes deben poner fin a esas situaciones de riesgo, como es la Administración Pública, mira a otro lado, tanto en los accidentes de trabajo como en las enfermedades profesionales, muchas de ellas se ocultan, esconden y tapan con la débil y malvada excusa de que si se conocieran los efectos contra la salud se produciría alarma social. Les da igual que los humos o las partículas que las diferentes chimeneas, tubos de escape, etc lancen a nuestros pulmones, lo mismo que callan y ocultan (por lo menos lo intentan) con las fibras cancerígenas de amianto.

Lo curioso del asunto es que Osalan realizó hace unos años un estudio en el que se demostraba que con unos cientos de euros de inversión por parte de las empresas los centros de trabajo serían mucho más seguros. No les importa. Trabajadores y trabajadoras hay de sobra. Como siempre decimos, la sangre obrera no cotiza en la Bolsa. Es duro, dramático y cruel, sí, pero esa es la lógica capitalista/neoliberal. Y, por lo tanto, o somos los trabajadores y trabajadoras quienes cambiamos la situación o el drama continuará. Por cierto, por cada muerte en accidente de trabajo en la Unión Europea se producen otras 19 por enfermedades profesionales. El cálculo es sencillo. El drama. Es elevado.

En estos casi nueve meses de 2018 han muerto 48 personas en Hego Euskal Herria en accidente de trabajo. Desde el año 2000 son ya 1.561 personas que han perdido la vida.

Otra 23 han fallecido por culpa del amianto. El mineral cancerígeno se ha llevado la vida de, al menos, 1.429 trabajadores desde el año 2000 que en su vida laboral inhalaron microfibras de amianto ante la falta de prevención, aunque se conocían sus efectos malignos desde finales del siglo XIX. Es decir, sólo por estas circunstancias han fallecido, al menos, 2.990 trabajadores.

Juanjo Basterra

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