Iritzia: «El pobrecito hablador»
«Bilbao-Barcelona-Bilbao»
Decía hace unos años uno de los jefes de un periódico vasco que los catalanes se estaban topando con la misma puerta cerrada que se habían encontrado los vascos en tiempos del llamado Plan Ibarretxe. Según él, cuando el problema que se tiene delante es el mismo hay que buscar soluciones conjuntas. En definitiva, su tesis es que catalanes y vascos tendrían que buscar fórmulas de relación internacional para, sumando fuerzas, buscar alternativas al Régimen postfranquista. En 2018, en el mundo, son muchas las
fórmulas de diverso tipo que permiten relacionarse a los países. Estados asociados, libres asociados, confederados… con imaginación, acierto y sagacidad, me decía este periodista, se podrían poner en pie realidades de cooperación máxima hasta ahora desconocidas entre EH-CAT.
En Catalunya hay un aprendizaje sobre la experiencia vasca, al menos parcial. Hasta el más hiperventilado reconoce que las expresiones de violencia servirían para que el R78/155 proceda a etiquetar, encapsular y minorizar un movimiento que cuenta entre sus mayores activos con la masividad y la inclusividad.
Por otro lado, uno de los puntos fuertes del movimiento popular vasco no está siendo convenientemente analizado en el país que hoy es centro de esperanza para los demócratas y humanistas. Así, en Catalunya, el debate dentro del movimiento soberanista sobre el carácter decisivo de contar con sindicatos comprometidos con la República es casi inexistente. El tipo de reflexiones realizadas en Euskal Herria
hace tiempo, que se plasmaron en poner entre las prioridades la construcción de organizaciones de trabajadoras y trabajadores al servicio del país, ese tipo de planteamientos, son urgentes si se quiere controlar la estructura económica y encaminarse hacia la formación de una nueva superestructura política.
Siguiendo con el puente Bilbao-Barcelona, el curso acelerado de Teoría del Estado en las costillas que empezaron a vivir los catalanes el 1 de Octubre ha resituado las percepciones de cada vez más catalanes sobre el relato histórico del conflicto político vasco. Años de oasis, pujolismo y aguas de orden alimentaban la asimilación oficial acrítica de la versiones emitidas por el R78 (“sin violencia se podrá hablar de todo”…). Pero todo eso va cambiando. En cierta manera se podría decir que mucha gente en
Catalunya ha perdido la inocencia política. Es otro caso práctico que corrobora aquello de que “el ser social determina la conciencia”.
El pasado sábado Joseba Egibar era entrevistado en el “Preguntes Freqüents” de la tele maldita y sus gestos y palabras eran los de un devoto de la causa democrática. Todo bien. Sólo falta que el partido deGobierno en la Comunidad Autónoma Vasca se comprometa de manera más práctica en la defensa de Catalunya y Euskal Herria, que será exactamente lo mismo en cosa de meses.
El ascenso de la derechización cuñada en la sociología española va a dar alas en las urnas a “los antiR78 por la derecha”. Los partidos de la Reconquista crecen y quieren acabar con las “particularidades egoístas”, dicen, de vascos y catalanes. El mensaje de Egibar es filfa si no se articulan con relativa urgencia mecanismos de acumulación de fuerzas en lo social y lo político tanto dentro de cada uno de los dos países, como en las relaciones de apoyo mutuo entre Euskal Herria, Catalunya y aquellos sectores políticos dentro del Estado comprometidos también con los derechos civiles fundamentales. Así las cosas, un Pacto de San Sebastián de 1930 actualizado en 2018 toca la puerta del momento histórico. Para ello, desgraciadamente, no se puede contar con un elemento político que a priori podría contarse como aliado. Pablo Echenique, Iglesias, Garzón y Montero no están dispuestos a afrontar la ardua tarea de enfrentar el Leviatán que les rodea. En principio sería legítimo no querer asumir en su persona semejante reto, el problema llega cuando barren el paso en su propia organización a quienes reúnen la aptitud y la actitud necesarias para enfrentar los tiempos tenebrosos que vienen. El capital más valioso, gente como Albano-Dante, Laura Pérez Ruano o cualquiera con vocación de contrarrestar de manera decidida a los sectores más cafres y autoritarios que dominan el Estado está siendo apartado en favor de posiciones que convierten a Podemos-IU más en problema que en solución. Da la impresión que buscan un espacio ahí en medio, donde vivir tranquilos sus recientes carreras políticas, pero la coyuntura no se lo permite. No se puede ser neutral frente a un tren en marcha, o dicho de otra manera, entre el soberanismo entendido en sentido amplio y una Constitución que continúa lo fundamental del franquismo los huecos intermedios se han achicado casi en su totalidad. En Catalunya no hay una contienda entre “nacionalismos” tal y como
algunos pretender vender, hay un conflicto que se remonta mucho más atrás en el tiempo y que nos retrotrae a los debates sobre el significado del término “democracia” de la Grecia clásica, sobre las luces en la Ilustración, los derechos civiles y el humanismo político. En definitiva, que nadie se despiste con banderas, en realidad se trata de optar por ennoviarse de la muerte o apostar por el avance civilizatorio.
Pablo Fernández